domingo, 28 de mayo de 2017

Cuando yo me muera

Hace unas semanas, escuchando en muy buena compañía a un gran saxofonista, Kiko Berenguer,  y su cuarteto, tuvimos la fortuna de escuchar su interpretación de un tema titulado "Narsong". Él mismo explicó que estaba dedicado a su amigo Narso, fallecido hace algún tiempo ¡Qué gran homenaje! Cuando yo me muera no quisiera que nadie le pusiera mi nombre a una calle, ni a una biblioteca, ni a un hospital, ni a nada material, pero que un amigo le ponga tu nombre a una canción y que cada vez que esta suena puedas ser recordado, ojalá que con una sonrisa en los labios, eso no tiene precio.

Y es que muchos se plantean, nos planteamos, si serán recordados cuando ya no estén. Y eso está bien, pero también estaría muy bien plantearse el momento anterior a dejar ese recuerdo y ahí también puede dejarse un legado. Y es que también sería bueno que fuéramos recordados por haber tenido una muerte digna, por no haber sufrido innecesariamente en el proceso de morir, por haber podido decidir las circunstancias y por no prolongar nuestra estancia cuando las fuerzas ya no nos acompañan.

Es decir, teniendo derecho a los mejores cuidados paliativos, aquellos que son cuidados de alivio brindados al paciente que tiene una enfermedad grave o mortal para mejorar su calidad de vida. Su objetivo no es curar la enfermedad, sino evitar o tratar lo más pronto posible los síntomas y los efectos secundarios de una enfermedad y su tratamiento, y los problemas psicológicos, sociales y espirituales correspondientes. Y también tener derecho a los mejores cuidados al final de la vida, es decir, aquella forma de cuidados paliativos que se administra cuando las terapias ya no controlan la enfermedad, dirigidos a aliviar el sufrimiento al final de la vida y facilitar una muerte en paz. Y también tener derecho a poder decidir acerca de nuestra propia muerte y de las circunstancias en que esta se produce, procurando que sea digna y acorde a nuestros principios y facultades.

Y en ello encontramos diferentes situaciones entre países e incluso dentro de un mismo país (aunque no es el caso del nuestro). En Europa, tuvimos la ocasión de estudiar las diferencias entre países en la comunicación entre los profesionales sanitarios y los pacientes terminales acerca de aspectos de diagnóstico, pronóstico, preferencias de tratamiento y de asuntos psicosociales y espirituales  (los resultados fueron publicados en "End-of-life communication: a retrospective survey of representative general practitioner networks in four countries") . La conclusión es que, en los países estudiados, excepto en Holanda, estos asuntos habían sido tratados con menos de la mitad de pacientes. Y lo cierto es que tratar estos asuntos permite a los profesionales sanitarios reconocer los valores y preferencias de los pacientes y proveer una atención acorde con sus deseos. Los médicos de estos países hablaron menos de estos temas con los pacientes que eran más ancianos, con los no oncológicos, con aquellos diagnosticados de demencia, y con aquellos para los que los cuidados paliativos no eran un objetivo principal y que no habían recibido este tipo de cuidaos por parte de sus médicos.

La muerte es una consecuencia de la vida y debería ser acorde y coherente con ella. Cuando yo me muera me gustaría también ser recordado por mi muerte tanto como por mi vida. Y para que ello sea posible, mi vida, su proceso, sus circunstancias tiene que estar de acuerdo con mi muerte ¿a alguien no le gustaría algo así?


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