domingo, 13 de marzo de 2022

La guerra es mala para la salud (publicado en The Conversation)

¡Qué tiempos estos en los que es necesario decir obviedades para describir la situación en la que estamos! Que la guerra es mala para la salud es una obviedad, pero la invasión de Ucrania ordenada por Putin nos sitúa en ese punto.

Os traemos aquí, después de mucho tiempo sin publicar, lo último que hemos escrito para The Conversation: "La guerra es mala para la salud".

En ese artículo tratamos de mostrar que las guerras no afectan solo por la bajas militares, que también, sino también por los otros efectos sobre la salud:

- El desplazamiento de las poblaciones.

- El colapso del sistema de atención de salud.

- La facilidad para la transmisión de enfermedades.

- La afectación de la salud infantil.

- El impacto sobre la salud de las mujeres.

- El medio ambiente se verá afectado.

- El impacto de la guerra sobre la salud mental.

- El debilitamiento o anulación de las acciones que mejoran la salud.

Tras la publicación, también hemos tenido oportunidad de participar en el espacio "Salud a todo Twitch" de Granada Digital que organiza Joan Carles March donde se ha expuesto en directo estas consecuencias para la salud de la invasión de Ucrania.

Ojalá esta fuera la última vez que tuviéramos que volver a repetir que: "Este vuelve a ser también un momento para levantar nuevamente la voz y tomar conciencia de que guerras hay varias (demasiadas) e independientemente de quer intervengan países "grandes" o "pequeños", todas llevan aparejado sufrimiento, desesperación, enfermedad y muerte".




lunes, 29 de marzo de 2021

¿Se avecina otra ola de COVID-19?

Con este título podéis encontrar en "The Conversation" lo último que hemos escrito para esta plataforma de divulgación de la ciencia en español. 

En él se expone cuál es la situación en España en la actualidad. 

Y también cuáles son los riesgos que podrían facilitar la llegada de esa próxima ola: 
-El número de personas susceptibles. 
-Las variantes del virus. 
-El incremento de movilidad debido a las fiestas. 
-Las presiones económicas y la fatiga pandémica. 
-La saturación del sistema sanitario. 

La conclusión es que:
"Estamos mejor preparados, pero lo podemos hacer mejor. La vacunación podrá aliviar los efectos más graves que se han visto en anteriores olas. Pero no será suficiente si no hay cooperación de la sociedad en su conjunto". 

El enlace a este artículo es:

jueves, 31 de diciembre de 2020

¿El año de la epidemiología? Esperemos que no

Suele (o solía) ser frecuente que muchas personas se traben al decir la palabra: epi...¿qué? Y que digan cosas tan curiosas como epideRmiología, o epididimiologea. Pero, parece ser, que ya no. La mayoría ha aprendido hasta a deletrearla en este funesto año que ahora se acaba.

Algunos, ilusos ellos, creen que, por fin, este 2020 ha sido el año de la epidemiología. Se basan en que ya (casi) todo el mundo no sólo ha conocido y aprendido la palabra, sino que, incluso, creen saber lo que hacen aquellos que se dedican a la epidemiología. Y nada más lejos de la realidad. 

Hay mucha confusión, producto de una conjunción de exceso de información, sobrentendidos (y malentendidos), exceso de expectativas, ganas de que todo acabe y algo más. Tal vez un cierto sentimiento de "capacidad para saber de todo" con un par de tardes. Ese que, según el dicho, afirma que "de fútbol y de medicina todo el mundo opina" (hasta hay un blog con ese título). Ahora habrá que decir: "de fútbol, de epidemiología y de medicina, todo el mundo opina".

Y en el fondo lo que está indicando es que preponderan las opiniones y eso es señal de que algo no habremos hecho del todo bien, no ya solo en la epidemiología, sino en la ciencia en general. Porque no se transmite bien, no se llega con conocimiento asequible a la ciudadanía. Partíamos de muy bajo, pero podría haberse hecho mejor.

Es necesario seguir insistiendo, y este año que ahora empieza, vuelve a dar una oportunidad para ello. El interés por los asuntos científicos de la población persistirá, a la fuerza, pero persistirá ¿seremos capaces de hacerlo mejor?

Y ya puestos a pedir:

¿Veremos, por fin, creada, dotada y en funcionamiento la Agencia de Salud Pública estatal?

¿Existirán mejores condiciones de trabajo en salud pública y epidemiología?

¿Se dotarán los recursos necesarios para poder hacer frente a todas las crisis sanitarias (y al día a día de la salud pública)?

¿Se mejorarán los sistemas de información de salud pública y se integrarán con los asistenciales (y con los estadísticos y demográficos)?

Si esto fuera así, a lo mejor el próximo año sí que sería el de la epidemiología.

Recordemos que la FundéuRAE (Fundación del Español Urgente) ha elegido como palabra del año 2020 "confinamiento", no epidemiología. Y mientras, la Real Academia Española (RAE) sigue manteniendo en el diccionario su arcaica definición de epidemiología.

Mientras esto siga así, no puede considerarse este año el de la epidemiología. Nada que celebrar en el 2020. Mantenemos la esperanza en el/los año/s venidero/s.

Feliz nueva década (aunque no comience cronológicamente ahora)


Portada de la revista "Time": 2020 "The worst year ever"

viernes, 27 de noviembre de 2020

Los rebrotes, LeBron James y la Real Academia Española

Hace unos días la Real Academia Española (RAE) publicó su actualización de palabras de 2020. Es algo que suele tener bastante eco en los medios de comunicación y con razón. Se trata de aceptar nuevas palabras o de actualizar acepciones, lo que tiene su aquel. Y la RAE lo hace anualmente, con cierta celeridad.

En este año pandémico es lógico que encontremos una palabra tan novedosa, y tan usada, como COVID, definida como "síndrome respiratorio agudo producido por un coronavirus". También han encontrado hueco otras palabras, o nuevas acepciones, de palabras relacionadas con la pandemia como "coronavirus", "coronavírico", "desescalada", "confinamiento", "seroprevalencia" o "cuarentenar".

Afortunadamente, la RAE no ha actualizado dos palabras que, a nuestro juicio, se utilizan erróneamente, aunque también han tenido su espacio en este 2020: "rebrote" y "rastreador/a". El diccionario de la RAE sigue definiendo rebrote como "nuevo brote"; y rastreador o rastreadora como "que rastrea", siendo "rastrear" un verbo que tiene 7 acepciones, ninguna de ellas directamente ligada con la búsqueda y estudio de contactos de enfermos o infectados en el contexto de una situación epidémica.

La FUNDEU (Fundación del Español Urgente), en cambio, sí que ha entrado al trapo de los "rebrotes" e indica que "brote es un término más amplio, mientras que rebrote es más preciso, pues implica que ya se ha controlado y eliminado algún brote anterior. En la situación actual, es válido afirmar que vuelve a haber brotes en una localidad o que hay rebrotes o nuevos brotes en las últimas semanas. En suma, allá donde es adecuado emplear rebrote también lo es optar por brote, pero si se alude a un primer brote no es apropiado utilizar rebrote".

No estamos de acuerdo, desde luego, con el uso de la palabra "rebrote" como indicador de una situación de incremento de infectados, así sin más. Un ejemplo de este uso inadecuado, lo podemos encontrar en medios de comunicación que, sin rubor, relacionan un triunfo del equipo de Los Ángeles Lakers de LeBron James hace unas semanas con congregaciones masivas en distintos puntos de la ciudad angelina y lo titulan como "Deporte podría ser protagonista en rebrote de Los Ángeles".

Siguiendo con el astro del baloncesto, incluso se ha caído en el esperpento, como indicaba Isaías Lafuente, en su Unidad de Vigilancia Lingüística de la cadena SER, de que alguien llegue a decir, como se ha oído, la cantidad de "rebrotes" de LeBron James en el último partido que jugó en la NBA. 

Es de agradecer la urgencia de la RAE en acoger estas nuevas palabras o acepciones. Lo que no se entiende es el retraso que llevan con actualizar la definición de "epidemiología" en su diccionario. Allí sigue apareciendo como "tratado de las epidemias". Desde este blog llevamos ya más de siete años solicitando su actualización. Esto nos deja, literalmente, sin palabras.




viernes, 4 de septiembre de 2020

Letalidad y COVID-19

Recientemente hemos ampliado los horizontes divulgadores y nos decidimos a publicar algo en "The Conversation". Lo hicimos con la entrada titulada: "¿Por qué siguen creciendo los casos de COVID-19 pero no aumentan tanto los fallecimientos?". Y, la verdad, es que ha tenido bastante difusión.

Hubiéramos podido mejorar el título y tal vez algo así como "Crecen los casos de COVID-19 ¿crecerán también los fallecimientos?" hubiera sido más apropiado para las fechas en las que se publicó la entrada (19 de agosto de 2020), pero el directo es lo que tiene y, a veces, no se acierta a la primera.

Aunque resultó una entrada muy extensa en número de palabras (mea culpa) todavía se quedaron cosas en el tintero y, por eso, tal vez sea interesante para alguien rescatar aquí un párrafo que se quedó colgado y no se publicó. Tiene su interés cuando se habla de letalidad relacionada con la COVID-19. Hace referencia al "experimento natural" en un crucero. Este era el párrafo:

"[...] ha habido, en todo el mundo, una dificultad para establecer la auténtica letalidad en esta enfermedad. El “experimento natural” más conocido que puede permitir conocerla, aunque en unas circunstancias ciertamente peculiares, es el del crucero “Diamond Princess”. En esta situación singular, con una población cerrada y un 58% de la misma mayor de 60 años, se estimó que la tasa corregida de letalidad por caso confirmado fue del 2,6% (con un intervalo de confianza del 95%, IC95%, entre 0,89% a 6,7%), y la de letalidad por caso infectado fue del 1,3% (IC95% 0,38% a 3,6%). Pero eso fue considerando todos los grupos de edad, porque para las personas de 70 y más años estos valores fueron: 6.4% (IC95% 2,6% a 13%) y 13% (IC 95% 5,2% a 26%), respectivamente.
Las circunstancias en ese crucero no son iguales a las que se han vivido en los diferentes países ya que los aspectos apuntados (casos identificados, casos fallecidos, tiempo y otras circunstancias) han ido variando en poblaciones abiertas y con movilidad e interacciones entre personas que también se han modificado en los meses transcurridos desde que se inició la pandemia".

Ahora todo lo que se escribió ya es público. Esperamos también que sea de alguna utilidad.

Y conviene que no olvidemos el último párrafo de aquella entrada:

"En cualquier caso, lo que no puede olvidarse es que, si los casos continúan aumentando, se incrementa también la probabilidad de que dejen de actuar todos los factores que han jugado un papel en la limitación de la letalidad. Y eso nos llevaría de nuevo a la situación que ya se vivió en primavera. O incluso a una que podría ser peor, porque el virus no ha cambiado sus características, ni la infección deja de tener la misma gravedad potencial".



miércoles, 12 de agosto de 2020

La novena, la pandemia y la salud pública

Se dice que existe una "maldición" por la que los compositores de música llegan, como mucho, hasta su novena sinfonía, pero que ninguno llega a la décima. Así le pasó a Beethoven que, aunque anunció que la tenía esbozada, murió pocos días después de ese anuncio sin acabarla. Para este año 2020, en el cual se celebra el 250 aniversario del nacimiento del genial compositor, se había anunciado el estreno el pasado mes de abril de la hipotética "Décima de Beethoven", compuesta a partir de las anotaciones mencionadas por el compositor y elaborada por expertos en inteligencia artificial, musicólogos y compositores.
Parece que esta décima sinfonía, así elaborada, no despierta entusiasmos (véase "La Décima de Beethoven: una sinfonía sin alma"), pero esa no ha sido la razón por la que se ha pospuesto su estreno. Ha sido, cómo no, la pandemia la que lo ha impedido. Como tantas otras cosas.
Y es que este 2020 ya no será recordado, desde luego, por ser el año Beethoven, sino  por ser el año en que una pandemia cambió las vidas de todas las personas del mundo. Un año en el que se está hablando mucho de epidemiología, y se seguirá hablando. No necesariamente con conocimiento de causa, pero eso es inevitable: lo que afecta a todo el mundo, interesa lógicamente a todo el mundo y, aunque se carezcan de conocimientos, no se carece de opinión.
¿Ha estado a la altura la epidemiología? Para responder a esta pregunta también aparecerán muchas opiniones. Y, aunque depende de la perspectiva que se adopte, en general puede decirse que la epidemiología, como le ha sucedido a la salud pública en su conjunto, ha ganado en visibilidad, qué duda cabe, aunque no necesariamente en prestigio. En este sentido es muy reveladora la lectura de la editorial escrita por Ildefonso Hernández y Ana María García para Gaceta Sanitaria con el título "¿Será mejor la salud pública tras la COVID-19?". Y conviene que nos vayamos aplicando lo que allí dice, que no es otra cosa que una llamada a todas las personas comprometidas con la salud pública a "empujar" cada uno desde su posición. Y sería bueno añadir que esto es algo que no sólo incumbe a las personas que se dedican profesionalmente a la salud pública y a la epidemiología.
Es importante que una de las lecciones de esta pandemia sea que la salud pública nos importa a todos porque a todas las personas nos afecta. Y que la profesión, las instituciones, las actividades y las actuaciones de salud pública necesitan estar más reforzadas y menos precarizadas.
En caso contrario ocurrirá como con la décima sinfonía: será inacabada y, aunque llegue, que ya debería haber llegado, la inteligencia artificial en su ayuda no sabemos si será capaz de decir cómo tenia que haber sido, pero seguro que no sigue el camino orientado por el conocimiento y la evidencia y sin la necesaria integración podría llegar a componer una "sinfonía de la salud pública" también sin alma, como esa "Décima" que se estrenará.
Y acabaremos diciendo que esta es también la novena entrada de aniversario de este blog. Esperamos que, en este caso, sí que llegue la décima. Como siempre, es necesario agradecer a todas aquellas personas que se detienen un rato en la lectura de lo aquí escrito, algunos ya lectores desde hace 9 años.


domingo, 10 de mayo de 2020

Esto no es una opinión sobre covid-19

Durante estos últimos meses hemos oído decenas, centenares, miles, multitud de opiniones sobre la pandemia de COVID-19 y los asuntos relacionados con la misma. Así que lo primero que tratamos aquí de dejar claro desde el principio, ya en el título, es que esto no es una opinión sobre la misma. Pero sí que se trata de un texto personal y por tanto subjetivo. Sirva este párrafo como "disclaimer".

Hay que empezar diciendo que nadie ha acertado plenamente, ni los que dijeron que era algo más o menos como un catarro ni los que anunciaron una catástrofe ya en el mes de enero y, en ambos casos, con pocos o ningún argumento, sólo con evidencias anecdóticas. Es fácil decir que todo va a ir mal o que todo va a ir bien y no apoyarlo en ningún argumento válido. Puede ser que la situación sea una u otra y ya está, y eso otorgue la razón o la quite, pero eso no es acertar. Se llama azar.

¿Por qué no se actuó de otra manera a la luz de los datos que se tenían? Seguramente la actuación ha venido marcada por los análisis que se hicieron y ha sido también debida a la experiencia previa. No es el primer coronavirus que ha infectado con gravedad a la especie humana (los agentes causantes del SARS y del MERS también son coronavirus) y seguramente esa experiencia en su control y extensión hizo que se pensara que, aunque grave, podría ser controlado en su extensión (reconozco que quien esto escribe participaba de esa idea al principio), algo que venía avalado además por cómo se controló al principio. Pero el informe de la Comisión que la Organización Mundial de la Salud (OMS) envió a China (16-24 de febrero) ya indicaba que la COVID-19 no era como el SARS ni como la gripe. Otros han hecho hincapié en que la calidad y la lentitud de los datos proporcionados por China han impedido una actuación más precoz. Y pese a que se sabe que la primera reacción en aquel país fue la de no favorecer la difusión de la información, poco después si fue posible disponer de datos de lo que estaba sucediendo, hasta el punto de que muchos países han usado lo que se publicó entonces, y siguen usándolo. Y si se analiza ahora a la luz de los análisis detallados que se han hecho en otros países y de cómo se ha difundido la información en los mismos, la visión es posible que cambie. Así que, tal vez, sería conveniente no criminalizar a nadie. Tiempo habrá para ver qué se hizo, de qué se informó y cuándo y cómo se utilizó esa información.

La situación ha devenido muy compleja porque este virus no se ha comportado como otros coronavirus que se conocían. Ha sido diferente la transmisión a través de los asintomáticos o presintomáticos, la letalidad, la gravedad en determinadas personas más vulnerables debido a la concurrencia de otras patologías,  la coexistencia de cuadros clínicos de extrema severidad con cuadros clínicos muy leves, o la ausencia de respuesta de los fármacos antivirales disponibles.

También hay que destacar su afectación en la comunidad. En España, durante el mes de febrero, los casos que se fueron presentando lo hicieron en forma de brotes que pudieron ser seguidos, estudiando a todos los contactos y controlando la extensión, en un trabajo poco reconocido de las unidades de vigilancia en salud pública (hasta el punto de que ahora se habla de "rastreadores" como si fuera algo nuevo, nunca antes hecho). En un determinado momento, a principios de marzo, la situación cambió debido a la extensión de la transmisión comunitaria y al hecho de que comenzó o se incrementó la afectación de dos instituciones clave: los hospitales (que ya habían sido afectados en febrero en algunas localidades concretas) y las residencias de personas mayores, que concentraban a una alta proporción de población vulnerable. Este último aspecto resulta de capital importancia porque, según  parece, no se había dado en China en la misma magnitud, seguramente porque, debido a sus altos costes, se estima que en ese país hay menos personas ancianas en residencias que en Europa o Norteamérica, o al menos eso informaba el Financial Times en enero de 2020. Y, aunque el informe de la OMS de febrero mencionaba las instituciones cerradas, no era taxativo en el papel que pudieran estar jugando ya que decía que se requería más estudio. Hay que reconocer que nadie se centró en Europa, al comienzo, en resaltar este aspecto que ha resultado clave, sobre todo en la gravedad.

Se pueden seguir analizando otros aspectos, pero lo importante sería que se hiciera desde la argumentación y no desde la opinión. Ahora han surgido epidemiólogos de salón o de sillón, "COVID-influencers", tertulianos varios y todo tipo de opinadores que nos ilustran diariamente (o incluso con mayor frecuencia) sobre cualquier tipo de concepto epidémico o epidemiológico (sin distinguir siquiera la diferencia entre estos dos términos) y sobre cualquier cosa que tenga que ver con la pandemia. Por eso, esto no quiere ser una opinión. La situación es compleja, tiene muchas vertientes y es difícil de interpretar, incluso teniendo algún conocimiento, y científicamente contrastado, lo que no siempre es posible.

Pero, y tal como dice una frase de Fernando Aramburu (de su libro "Autoretrato sin mi"): "infinito es el número de las bifurcaciones, pero a la postre el trayecto solo es uno". Así que, pese a las diferentes interpretaciones, pese a los opinadores, el trayecto será solo uno.

Personaje interpretado por Jude Law en la película "Contagio"

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